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Un camino humilde hacia la santidad. Página del Vicepostulador de la Causa de Fray Leopoldo
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Bajar al fondo de la humildad
Llegar o volver a Alpandeire es como bajar al fondo de la humildad.
Uno serpentea curvas de la serranía de Ronda, esquivando montañas, hasta llegar a lo más hondo allí donde yace el hombre solo, un pequeño montoncito de casas blancas acurrucadas como un nido, con sus tejados rojizos, sus chimeneas blancas que miran al alto cielo y su iglesia parroquial, que destaca como la “catedral de la serranía”.
Es la patria del “místico de la humildad” por las calles de Granada. Volver a Alpandeire es respirar aquel aire tibio que baja de las montañas rondeñas, a orillas del río Genal por las que jugaba el niño Frasquito o Francisco Tomás; es pisar unas calles por las que anduvo la mansedumbre en persona, aquel niño juicioso que tenía corazón de oro.
El pasado día 7 de octubre, Luis López, gestor de Capuchinos Editorial, Benjamín Echeverría, Director de Capuchinos Editorial y el que suscribe, Vicepostulador de la Causa del Beato Leopoldo de Alpandeire, viajamos hasta ese pequeño pueblo de la serranía de Ronda, para ver los lugares donde echó sus raíces la fe de un personaje, el Beato Leopoldo de Alpandeire, para conocer “in situ” dónde y cómo nació y creció la caridad dadivosa de aquel niño y mozuelo, trabajador incansable como el que más y servicial como ninguno, generoso siempre, dador de la bondad divina. De esta manera, cuando en el futuro, alguno de estos tres viajeros escriba y diga algo sobre nuestro beato, vaya lleno del espíritu con el que nació, creció y se llenó y que allí bebimos como un agua pura.
Visitamos la iglesia, donde se encuentra la pila bautismal en la que nació Francisco Tomás a la vida cristiana; una iglesia que destaca e impresiona, por su grandeza, entre aquel nido de casas blancas, donde el tiempo parece haberse detenido, donde hay poca vida callejera; uno sube o baja aquellas calles en cuesta sin haberse encontrado con nadie a quien darle los buenos días. Recorrimos las calles, la plaza donde está sentado en una bella escultura de bronce bajo un algarrobo, la casa donde nació y creció, donde se forjó su alma y su espíritu, aquellas habitaciones con sus camas y lavabo del tiempo, la cocina con su chimenea, sus trébedes, soplillo, sartenes o perolas, los atrezos con los que se majaba el esparto, el patio con su pozo y sus geranios, una pequeña estancia convertida en pequeña capilla con un busto que porta en su mano una reliquia de sus huesos donada por la Vicepostulación. Jerónima, sobrina tatarabuela de Frasquito-Leopoldo, cuida con primor de la casa y la enseña y explica a los peregrinos que llegan hasta aquel bello rincón de la serranía rondeña.
Alfonso Ramírez Peralbo (Vicepostulador de la Causa)
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