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Un camino humilde hacia la santidad. Página del Vicepostulador de la Causa de Fray Leopoldo
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... un testimonio de luz para quienes buscan consuelo
Tomé esta fotografía hace aproximadamente 2 meses. En ella, vemos la imagen de Fray Leopoldo que contemplamos —situado en una capilla luminosa, bajo la presencia serena del Cristo de San Damián— no es una simple composición artística. Es una invitación.
Se trata de una llamada silenciosa paraa recordar que la santidad se construye en lo pequeño, en lo cotidiano, en lo que apenas se ve… en la fidelidad humilde de quienes, como él, ofrecen su vida como un pan partido para los demás.
La figura del Cristo que un día habló a san Francisco diciendo: “Francisco, repara mi Iglesia”, parece también iluminar el gesto de nuestro querido limosnero de Granada. Allí aparece Fray Leopoldo, con su saco al hombro y un trozo de pan en la mano, como si siguiera repartiendo la misericordia de Dios a cada persona que se acerca a él. Ese pan sencillo simboliza todo cuanto dio: tiempo, escucha, consuelo, paz, esperanza, oración. Nunca tuvo riquezas, pero su corazón era un tesoro. Y lo compartió hasta el último aliento.
Un santo de lo cotidiano
Fray Leopoldo no predicó grandes discursos. No escribió tratados espirituales ni fundó obras monumentales. Pero caminó por las calles de Granada con un amor tan puro y tan constante que quienes lo conocieron supieron ver en él la cercanía de Dios.
Su vida fue una oración en movimiento. Una ofrenda silenciosa.
Un corazón siempre abierto.
Al contemplarlo junto al Cristo de San Damián, comprendemos la fuente de su fortaleza. Allí, en la cruz que habla de entrega, misericordia y redención, aprendió Fray Leopoldo a vivir sin guardar nada para sí. En esa cruz encontró la valentía para confiar en Dios cuando los caminos se volvían estrechos, cuando faltaba lo necesario o cuando el frío de la noche acompañaba sus pasos.
Un intercesor para quienes buscan esperanza
Cientos de personas siguen acudiendo hoy a Fray Leopoldo para pedir su ayuda. Lo buscan porque saben que él, desde el cielo, continúa haciendo lo que hizo en la tierra: escuchar, acompañar, consolar y presentar a Dios las necesidades de sus hijos.
Los testimonios son innumerables: puertas que se abren cuando todo parecía perdido, enfermedades que encuentran alivio, familias que recuperan la paz, personas que descubren una luz nueva en medio de la dificultad.
Fray Leopoldo no obra milagros por sí mismo; él sigue repitiendo con humildad: "Dios lo da… yo solo pido."
La invitación de esta imagen
La foto nos coloca ante un mensaje íntimo: muy íntimo: El pan en la mano de Fray Leopoldo recuerda que siempre hay algo que podemos ofrecer. El Cristo de San Damián nos recuerda que todo don nace de Dios. La luz que entra por las ventanas simboliza que la gracia siempre encuentra un camino para llegar al corazón.
Quizá quien contemple esta imagen hoy esté viviendo un momento difícil, una preocupación que pesa, un camino que parece cerrarse. Fray Leopoldo nos susurra, con la sencillez de siempre: “Dios está contigo. No tengas miedo. Pide con fe… que Él escucha.”
Una oración final
Que este encuentro entre el Cristo que restaura y el fraile que consuela sea para todos una fuente de serenidad. Que cada persona que acude a Fray Leopoldo encuentre en él un hermano cercano, un intercesor fiel, un reflejo de la bondad de Dios. Y que, mirando esta imagen, podamos también decir:
“Señor, haz de mi vida un pequeño pan para los demás.”
(L.L.)
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