Como todos los días 9 de cada mes, los devotos de Fray Leopoldo se dan cita en la cripta, junto a su tumba.

El desfile de personas, en este fin de semana de noviembre, al caer en sábado y domingo, ha sido desbordante, momentos en que la tumba la cubrían personas y manos abiertas por dentro y por fueron trataban de tocar el mármol de la tumba, la entrada por la tienda con colas que colapsaban, todos comprando y, luego, pasando la mano y los recuerdos u otros objetos, velas, y flores sobre la tumba, con su oración silenciosa dentro del corazón; todos vienen al encuentro de su fiel santico que escucha sus peticiones y está a su lado cada vez que lo necesitan.

Fue un día para el recuerdo, ya, desde primeras horas de la mañana, acudieron a la cripta para hacer su obligada visita y pedir al santo limosnero por los problemas y dificultades que nos atenazan en el diario quehacer de cada día.

Una afluencia tan masiva impresiona, desborda todos los límites y espacios, todo lleno, personas de todas las edades, muchos jóvenes devotos, con sus flores o sus velas, es prueba fehaciente de que Dios sigue derramando sus gracias a través del Beato Leopoldo. En el nuevo ambiente, ahora más espacioso, revestido de tanta belleza y luminosidad, se hace más cómoda la visita, también el ascensor ayuda a que personas mayores o con sillas de ruedas puedan bajar y hacer sus oraciones al Beato.

La gente sale sonriente y como más animada para seguir en la lucha del día a día y con los problemas que cada uno lleva encima. Muchas se paran a contarte su larga devoción con Fray Leopoldo: desde pequeña, en mi casa no falta el calendario de cada año, yo a todo el que puedo le digo que se encomienden a Fray Leopoldo, que es muy milagroso, dicen y, si lo dicen, por algo será.

Una vez más, el Evangelio se cumple al pie de la letra: Dios ensalza a los humildes y desprecia a los soberbios.

Alfonso Ramírez Peralbo, OFMCap
Vicepostulador